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Ser niña y mujer en Irán


3 de febrero de 2023, viernes.

Salón de actos del IES Luces.

Por razones que a nadie se le escapan, durante la charla de Jina Azadî no se hicieron fotos. Sin embargo, nos comprometimos a describir con detalle las imágenes que sus palabras dejaron impresas en el corazón de los presentes. Y este es el resultado…


Foto con kale


Libertad. Bonita palabra. De las más bellas de nuestro idioma. También una de las más adulteradas, manipuladas, temidas, vituperadas… Soplan vientos de pensamiento único, y sea cual sea la vertiente ideológica por la que nos deslicemos, la libertad es una herida abierta que supura sin cesar. El verdadero espíritu libre no es el que se envuelve en consignas, idiomas y banderas; por el contrario, es el que se conmueve cuando la opresión alcanza a sus semejantes, el que se revuelve contra la sistemática violación de todo lo que nos hace humanos: la expresión, la comunicación, la sensibilidad, el conocimiento, la creatividad, la sociabilidad, los sentimientos, la inteligencia… allá donde sea que se produzca tal latrocinio. Pero, ¿existen lugares así?

El testimonio de Jina Azadî nos alcanzó como un rayo. En el Irán de los ayatolás la mitad de la población, la femenina, vive sojuzgada por un régimen teocrático y corrupto. El asesinato de Jina Amini por no llevar bien colocado el velo nos abrió los ojos; pero la contestación popular en Irán viene de lejos, al igual que la tortura y la represión con las que replica el régimen medieval a los clamores que piden justicia, la justicia que inspiran los Derechos Humanos, no los libros sagrados. En occidente, la diplomática cautela y el afán por reducirlo todo al mínimo tamaño moral de un “twit” se concentra en la anécdota: el velo. Pero el velo es solo una prenda. No es el problema. La llaga se abre por la imposición que subyace a la barbarie integrista. El velo cubre la firma de las bayonetas sobre la piel; bajo sus pliegues se entierran identidades, se borran las huellas que deja una sonrisa, se ahoga el delicado florecer de un tulipán por expresarse tal cual es, por hacerse visible en toda su belleza. El hiyab no mata. Matan los que ocultan la luz del sol; matan los que proyectan negras sombras sobre los jóvenes brotes de conciencia e inteligencia que, con dificultad, arraigan en la tierra seca y pedregosa. Nos quedamos con la imagen de una joven asomada al mar Caspio, enarbolando al viento un precioso velo bermellón que escribe en el aire una palabra. Un deseo. Una esperanza. Gracias por tu visita, Jina. Tu fortuna será la nuestra, Azadî.

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