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FP y universidad. Y viceversa


Recogemos en esta entrada el testimonio radiofónico de antiguas alumnas de formación profesional que hablan de su experiencia en el instituto y la universidad. Desde aquí queremos formular algunas reflexiones relacionadas con estos testimonios, bastante explícitos en cuanto a la descripción de aspiraciones y trayectorias formativas. Así que sin orden de importancia, deseamos añadir que:

La proyección profesional es el resultado de una formación coherente, que en muchas ocasiones dura más de lo aconsejable por los saltos, elipsis, rectificaciones y enmiendas del estudiante desnortado. Los prejuicios, las dudosas apreciaciones y las ideas preconcebidas suelen estar en la base de tales decisiones. Una de esas consideraciones, extendida por todos los ámbitos, es aquella que etiqueta la formación profesional como un itinerario formativo menor que no conviene a los buenos estudiantes. Esta afirmación, tan manida y aún tan atendida en los institutos de secundaria, esconde un desconocimiento profundo, ya no solo de las "salidas" laborales que representa la formación profesional, sino del abanico de opciones que le aguardan al futuro técnico o técnico superior. En un instituto como el de Luces, el alumnado tiene la oportunidad de sumarse a un programa de FP dual, realizar prácticas en centros de trabajo o participar en las movilidades Erasmus+, a lo que añadimos la posibilidad de obtener el bachillerato, un título de mayor cualificación o el acceso a la universidad, si lo desea.


No podemos afirmar rotundamente que sea un error graduarse en derecho para después pasarse a la robótica o realizar estudios de FP solo cuando la universidad defrauda o simplemente te rechaza. De hecho, es aconsejable que después de superar con mediocridad estudios y másteres poco definidos, se imponga la evidencia y los graduados universitarios "vuelvan" a los institutos para aprender y consolidarse profesionalmente. Aquí son y serán bien acogidos. Pero el tiempo y la energía (cuando no el dinero) que han invertido en investirse de los honores universitarios no contribuyen sino a engrosar el expediente de sobrecualificación (mucha de ella sin cabida en el proyecto vital subyacente), una afección que aqueja más de la cuenta a la comunidad estudiantil, y que se traduce en un empeño por obtener un máster o dos en lo que sea para poder exhibir así unos méritos que, por lo demás, dejan de lado el "saber hacer cosas" o, lo que es más importante, "estar en disposición de aprender a hacer determinadas cosas", un valor que triunfa y que buscan, aún debajo las piedras, las empresas que en este momento ofrecen mayores oportunidades de empleo dentro de un mercado que está en continua transformación.


De todo ello se desprende que la poco apreciada orientación previa es un elemento que debemos mimar en todos los niveles educativos, pero que adquiere especial relevancia entre aquellos estudiantes más mayores que por encima de las dudas y el natural desconcierto, se dejan llevar por consignas y, sobre todo, por aspiraciones ajenas que no tienen por qué coincidir con las propias: cada uno ha de ser dueño de su destino, y por lo mismo, señor soberano de sus aciertos y de sus errores. De éstos también se puede y se debe aprender, pero siempre que se asuman como el resultado de un proceso de reflexión previa, en el que se haya tenido la oportunidad de valorar los pros y los contras, consultado buenas fuentes y llamado en las puertas adecuadas.


Ahora que hay tanta información disponible, fiable o no, el reto de la acción orientadora, sea quien sea quien la asuma, es seleccionar, organizar y ayudar a digerir aquella que resulte relevante, promoviendo que sea el propio interesado el que atisbe qué es lo que más le conviene en función de un proyecto de vida que también es necesario ayudar a diseñar.

La formación profesional lleva mucho tiempo entre nosotros, pero es ahora cuando debe sobreponerse a décadas de ninguneo para consolidarse como la antesala del empleo cualificado y de calidad. Se necesitan buenos profesionales, y se necesitan a miles. Los servicios de mala factura no generan riqueza, y sí mucho recelo y desconfianza. O es que acaso no han oído alguna vez eso de que "¡¡Necesito un buen jardinero!! ¡¡Cueste lo que cueste!!".


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