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Día internacional de la mujer y la niña en la ciencia


Si alguna vez los tópicos se decantaron por favorecer las vocaciones científicas de los hombres, ahora es momento de recapitular: se impone reivindicar, ante todo, el mérito y el esfuerzo, la perseverancia y la inteligencia, cualidades que definen el talento científico, bien sea de hombres o de mujeres, y que están por encima de cualquier otra consideración de género. Lo mismo ocurre con el afán, que cuando se contamina de protagonismo desborda el vaso de la ambición: todos recordamos el gran fraude de la científica japonesa Haruko Obokata con las células madre o el del matemático Alexander Spivak, un plagiario al estilo de otros tantos que conocemos. La ciencia es el motor del progreso, no un fin en sí mismo ni fruto casual de unos estudios más o menos concienzudos. Identificar y ayudar a los mejores es tarea de las administraciones que deben descubrirlos y de las instituciones que han de formarlos. Si aunamos el tesoro intelectual de mujeres y hombres estamos promoviendo un beneficio común para la sociedad en su conjunto, que al final revertirá en provecho de todos.


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